PEQUEÑAS MANOS

 

Vicente F. de Bobadilla

 

¡No te sueltes! Le habían avisado mucho tiempo atrás. Pero él se había distraído -sólo un momento- y había dejado ir su mano de la de la niña que tenía delante.

Se vio entonces arrojado a un tenebroso mundo donde pasaría el resto de su vida. En él se enfrentó a amenazas más negras que los brujos más malvados y los más fieros dragones. La magia no existía, y las ilusiones quedaban casi siempre cercenadas por la realidad y el paso del tiempo. Aprendió por las malas que a ese proceso lo llamaban madurar.

Ese mundo era el mundo real, y allí estaba prohibido creer en los cuentos.

La fila le quedaba cada vez más lejana en el tiempo. Cuando se dio cuenta de que ya nunca lograría volver a ella, lo que hizo fue luchar para que sus hijos se soltaran lo más tarde posible. Les leyó cuentos desde antes de que empezaran a hablar o a comprender. Aprendió a actuar y gesticular para aumentar el dramatismo y la emoción. Vio cómo la fantasía iba entrando así en sus infancias y, aunque no podía saber cuánto tiempo permanecería allí, por lo menos tuvo la recompensa de sentir cómo, gracias a sus esfuerzos, se maravillaban de una manera muy similar a como él en su día se había maravillado.

Algún día, como le pasó a él, terminarían soltándose a pesar de todas las precauciones. Pero eso no se podía evitar.

Lo importante era asegurar que nunca faltaran niños en la fila.

 

© Vicente F. de Bobadilla relato y fotografía.

El autor ha formado parte del Jurado de los concursos de ePRIZES en repetidas ocasiones.

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