Raúl Aragoneses Lillo
Llegó vestida para dar la vuelta al mundo, con un hermoso pañuelo de raso blanco cubriendo su cabeza y una bolsa de tela repleta de libros recién firmados por sus autoras favoritas. Parecía una estrella que esperaba ser devuelta al cielo de Madrid, de donde había caído al parque del Retiro. Le dije que solo tenía combustible para rodear un limón, pero se subió encantada igualmente. Mientras volábamos a su alrededor, ella lo miraba como si viera la tierra. Incluso me señaló dónde estaba su casa. Aseguraba que tenía para mí un sillón de lectura y una manta que compartir. El amor era eso.